jueves, agosto 5

La Vida de los Peces

Era uno de esos cines antiguos,
con butacas grandes y posabrazos
de madera.

El lugar estaba frío y no más
de veinte personas trataban
de hacer parecer el lugar
un poco más acogedor.

Se proyectó la historia
en esa gran pantalla blanca,
fue como estar ahí,
fue como verte ahí.

Desgarradores noventa minutos
que me transportaron al pasado
volviendo a sentir tu partida.

No estaba solo y aunque tenía
mis recuerdos en la piel,
no pude llorar.

Caminé lentamente desde Suecia
por Coyancura donde un día nos
separamos, Lyon y mi calle
favorita Darío Urzúa hasta mi casa.

Habré cruzado con solo un par
de personas en el trayecto de esa
fría noche.

Mucho tiempo para pensar,
reflexionar y efectivamente llorar.

Al día siguiente volví al cine,
me senté en la misma butaca
y se proyectaron los mismos
desgarradores noventa minutos
del día anterior. Puse la misma
atención, sentí el mismo dolor
y lloré todo lo que no pude llorar
anteriormente, estaba solo.


el.yau